Vive la Palabra

Reconocer nuestros recursos internos y potencial nos lleva hacia el completo cumplimiento del llamado divino.

Los dones espirituales y habilidades son recursos especiales dados por Dios para bendecir a otros.

La rectitud moral es el fundamento de la justicia y refleja el carácter de Dios en nuestra vida cotidiana.

Recordar y conmemorar lo sagrado conecta generaciones y preserva la fe.

En el reconocimiento constante de Dios y sus bendiciones, encontramos una devoción renovada y sincera.

En la recolección de enseñanzas pasadas, encontramos sabiduría para enfrentar futuras pruebas con confianza.

La realización exitosa de nuestras tareas es una forma de adorar y celebrar el don del trabajo dado por Dios.

Cada etapa de la vida ofrece una razón para crecer y desarrollar nuestro pleno potencial en busca de propósito.

Jesús es el libertador, rompiendo cadenas y trayendo libertad a los cautivos.

Dios, nuestro protector fiel, cuida de nosotros en cada circunstancia y peligro.

Como dice entre los versículos Génesis 12:4 y Génesis 21:5 de que Abraham tuvo una profunda esperanza, ya que esperó 25 años para que se cumpliera la promesa de Dios de que tendría su hijo Isaac.

Al evaluar y observar, identificamos los puntos importantes que guían nuestro camino y decisiones.

Enfrentaremos la adversidad con fe, permitiendo que las pruebas fortalezcan nuestro espíritu y propósito.

Las pruebas y sufrimientos son oportunidades para crecer en la fe y fortalecer nuestro carácter en Cristo.

Encontramos un propósito verdadero al enfrentar los destinos con valentía en Cristo.

El propósito divino nos guía a nuestro destino, trazando un camino iluminado por la fe y la esperanza.

El propósito común en la vida espiritual une a los creyentes en una misión compartida de amor y servicio.

La celebración de la verdad se fortalece cada vez que la pronunciamos con valor y convicción.

El desarrollo personal y espiritual es un viaje que refleja nuestro progreso continuo hacia la madurez en la fe.

Progresar con Jesus es una travesía dirigida hacia una relación más íntima y profunda con Dios.